13.1.07

EL CUAJO (QUE HAY QUE TENER)

Acaba de ingresar, con grandes méritos, el cuento de Blas de Lezo en el Sancta Sanctorum de los "Cuentos sin cuento" de Trapisonda. Divertido, sin moralina alcanforada, con abundantes disparos por el segundo sector, es un escrito que debiera servir para el estudio de cómo se aprovecha la circunstancia de un hombre para ir dando los detalles de su vida pasada y de la futura.
Hecho con minuciosidad, no se queda en las minucias sino que nos presenta, en años lejanos, lo que de hecho ya se vive ahora y de lo que pocos hablan, salvo los que no entienden que el hombre ha sido atrapado por la mentira hasta niveles coincidentes con los pozos negros.
Y el cuento en sí, que no tiene nada de cuento sino de verdad burlada:

EL CUAJO

El fiscal es un peso fuerte en su gremio, con muchos éxitos en su lucha casi personal para acabar con aquellos que atentaban contra la seguridad del Estado ("la santa seguridad del Estado", decía). El fiscal es delgado, alto, flexible de cintura e inflexible con la ley ("la santa ley..."); lampiño y con largas guedejas que cuida con mimo, gafas diminutas y gestos que alguien calificó como implacables. El fiscal mira al acusado y después se vuelve al jurado.

-Ahí lo tienen, se llama Pedro Uriarte Molino y, además de todos los delitos que se le imputan en esta causa, tiene pendiente una denuncia del gobierno de Gaztei por negarse a modificar sus apellidos ¿Y quieren saber por qué?

Mira con rabia e insistencia a una matrona que forma parte del jurado que, impresionada por la acerada mirada del fiscal, se encoge en su incómodo asiento.

-Yo... -murmura la mujer.

-iQue se lo diga él mismo! -Se vuelve hacia el acusado y formula la pregunta-. A ver, señor Uriarte ¿por qué se ha negado usted insistentemente a traducir su nombre y apellidos al idioma vasco?

El acusado mira con cara de profundo aburrimiento al fiscal, luego al juez, después a su abogado defensor...Suspira y dice:

-Porque me exigían diez y siete euros con sesenta y cinco céntimos.

-iAhí está! -grita triunfante el fiscal-. iAhí está el motivo de que este enemigo de la sociedad no haya obedecido a la ley! iQue es una ley muy cara!

Los miembros del jurado intercambian miradas que muestran su desprecio hacia tan ruin personaje. El fiscal sonríe con crueldad al acusado.

-¿Me equivoco, señor Uriarte? -Y repite la pregunta, ésta vez sin sonreír -.¿Me equivoco?!

El defensor, que habría sido calificado por un comentarista de tribunales cono un "convidado de piedra", alza la mano y pide la palabra al juez. Éste, que estaba pensando en las musarañas, asiente con la cabeza.

-Ya se ha tratado anteriormente este tema que, además, no está incluido en la instrucción que motiva este juicio -dice con un raro entusiasmo que sorprende después de sus prolongados silencios-. Mi defendido no se niega a traducir sus apellidos, siempre que no le cueste el trámite ni un céntimo de euro.

El acusado mueve ligeramente la cabeza como si quisiera negar las palabras de su defensor. Para no echar más leña al fuego, con el quiere quemarle públicamente el fiscal, aceptó esta excusa, cuando la auténtica era no querer modificar su nombre, Pedro, por un ridículo y rebuscado Kepa, ni su apellido Molino por su horripilante traducción, "Erota", que además quiere decir "cuajo".

-Mi padre se llamaba Pedro -le había dicho en privado a su abogado-, también se llamaba Pedro mi abuelo, y posiblemente muchos de los abuelos de mis abuelos...Me consta que un antepasado mío en el siglo XVII, Alférez del Marqués de Haro, se llamaba Pedro Uriarte. No, no quiero cambiar el nombre. Si se empeñan en que lo cambie, que lo cambien ellos, y además gratis".

-¿Y el apellido? ¿Por qué tampoco el apellido?"

-Porque no me da la gana de pagar un céntimo por algo que no quiero. Si se empeñan, que lo cambien ellos –Y volvía a insistir-. Y gratis, que yo no pago por apellidarme Cuajo".

Pedro Uriarte Molino, al que pretenden llamar Kepa Uriarte Erota, es un hombre de estatura mediana, ancho de hombros, de barba prieta (en la empresa le llamaban el "capitán Hadok"), ojos grises, boca firme que denota terquedades irrenunciables y cabeza rapada que le da un aspecto un tanto estrafalario.

-Bien -dice el fiscal-, dejemos el caso del cambio de nombre y apellidos a los tribunales de Euskadi Sur, y sigamos con lo nuestro, más que suficiente para enviar a este criminal a "reeducación" durante muchos años.

Hacía años que las cárceles habían sido suprimidas y transformadas en centros de reeducación. Incluso, se había duplicado el número de centros y también la plantilla de los funcionarios, que ahora se denominaban FUREDES ("Funcionarios Reeducadores del Estado"). Los resultados no podían ser considerados muy esperanzadores, pero, al decir del Ministro del ramo, las nuevas leyes “sólo estaban empezando a rodar".

-Centrémonos pues en lo que dice la instrucción para no molestar a nuestro colega de la Defensa...

El colega de la Defensa tiene ganas de que el juicio termine. Se hizo cargo de aquel desgraciado tacaño al negarse éste a elegir un abogado. Se le asignó uno de oficio, es decir, a él, Beltrán Rius, de treinta y seis años, un individuo más bien inexperto y con pocos entusiasmos por el foro, ya que se hizo abogado por no dar "nota" en la selectividad para Astronauta. Precisamente tenía elegido ese día, el de la asignación de una defensa de oficio, para irse con su pareja sentimental, el jefe de bomberos de su barrio, a pasar una semana a California invitados por un club californiano orlado con banderas del arco iris.

-Sólo me interesa mostrar al jurado la personalidad inclinada al delito de este desgraciado-Hace un gesto con la cabeza en dirección de "este desgraciado"- La administración de una Autonomía reporta ingentes gastos que hay que cubrir con impuestos y generosidad. Si no pagamos, somos insolidarios. Pedro Uriarte se niega a ser solidario.

El ahora "insolidario" disimula un bostezo.

-Pero es que... -sonríe el acusador con desprecio-, siendo un ciudadano solvente, se niega a pagar a un abogado, sabiendo, como sabemos todos, que la Justicia es muy cara, que hay que construir edificios, juzgados, una eficaz burocracia, hay que pagar a los jurados...

Hace un alto en su perorata a sabiendas de la oportunidad de sus palabras. Algunos componentes del jurado hacen cuentas in mente con los dineros que van a recibir por ejercer tan importante responsabilidad ciudadana.

-Veamos más cosas, es decir, centrémonos en la instrucción...-El fiscal se quita sus diminutas gafitas de hombre de mucha progresía y se coloca otras algo más grandes, las gafas "de ver"

-En los registros efectuados por la BRIDEACOSE (Brigada de Detección de Atentados Contra la Seguridad del Estado) se ha descubierto que Pedro Uriarte Molino posee una nevera comprada hace... se quita las gafas y mira al jurado- ... ihace diez y ocho años !

Hay un murmullo que el juez apaga con un par de martillazos electrónicos. El acusado sonríe para sus adentros. Alguien hizo mal las cuentas porque su nevera tenía en realidad diez y nueve años.

-Aquí tengo una lista de los efectos delictivos encontrados en su domicilio - Muestra un folio con aire triunfal-. La nevera, como ya hemos adelantado, un trasto peligrosamente viejo; una máquina de escribir de modelo que ya era viejo en el siglo pasado; un viejo televisor al que ha suprimido voluntariamente el color; un viejísimo ordenador en blanco y negro que debe tener hasta el virus de la lepra... (risas) ; una afeitadora eléctrica que no funciona!; un aparato, que él llama "Picus” o tocadiscos, para reproducir la presunta música...¡grabada hace más de cincuenta años!; centenares de libros manoseados y remanoseados, editados mucho antes de que desaparecieran las editoriaÍes de libros de papel; nunca ha tenido un simple reproductor sonoro de libros...-Hace una pausa para preparar el final de su alegato -, y sigue con la misma mujer con la que se casó hace casi treinta años! ¿De qué van a vivir los Juzgados de Pareja si todos hicieran como este desaprensivo?

Hay murmullos de asombro mezclados con una indignación general.

-¿Cómo se puede atentar de forma tan flagrante al sacrosanto consumo, base y pilar de nuestra sociedad? -dice el fiscal con voz suave, de las que en los libros de antes se decía que era de voz sibilina-. ¿Qué sería de nuestra sacrosanta sociedad si en ella abundaran desaprensivos criminales como Pedro Uriarte Molino?

Pero el fiscal no ha concluido todavía la terrible lectura.

-Sabemos que este desgraciado no pisa una peluquería exactamente desde hace trece años y casi cinco meses –Se aproxima al jurado cuyos componentes no se atreven ni a respirar-. ¿Y saben ustedes como soluciona lo que para todos nosotros sería una razón de simple estética y sanidad capilar?

-¿Cómo...?- dice alguien en alguna parte de la sala.

-¡Pues él mismo, con una navaja barbera que debió robar de algún museo! ¡Y ahí lo tienen, rapado y con barba salvaje!

Desde que el corte de pelo se había puesto a un precio que se aproximaba a diez céntimos por cada pelo, por cada cabello cortado o peinado (había unas máquinas que contabilizaban el número de unidades-cabello tratados), Pedro Uriarte había decidido suprimir gastos, y fue entonces cuando inició sus rapadas.

El fiscal se ajusta las gafas de ver y prosigue su alegato.

-Hemos descubierto que en la nevera había comida reciclada -Se vuelve a su auditorio-, ¡Sí, comida reciclada! En esa casa no se arrojaba nunca comida a la basura sino que se reciclaba. A la basura sólo iban latas, raspas de pescado y poco más ¿De qué iban a vivir las grandes superficies si todos hicieran lo que este desgraciado? ¿Y los fabricantes de bolsas de basura? De un potaje hacía un puré; de un trozo de resto de carne unas croquetas; si le sobraba pescado hacía una paella...

-¿Le queda mucho al Ministerio Fiscal? -pregunta el juez a quien se le ha abierto el apetito al oír la palabra croquetas-, hay otros procesos pendientes y no podemos estar aquí toda la mañana.

-Seré breve, Señoría -Regresa a su papel-. Este desgraciado ha hecho una aspiradora con un viejo motor de lavadora; se ha construido una batidora con un viejísimo taladro... Y hay más que tengo la piedad de ahorrar al jurado. Pero como traca final he de mencionar el coche de Pedro Uriarte.

Deja el papel sobre una mesa. Indudablemente para lo que va a decir no necesita apoyos.

-No ha renovado su coche desde hace más de quince años, despreciando la ley que obliga al cambio de coche a los siete años como tope máximo, o a revisiones periódicas cada doce días. La última revisión fue hace once años. No sabemos cómo ha podido escapar de nuestra eficaz POREDEA (Policía Represora del Delito Automovilístico). Quizá gracias a su habilidad para, mediante chapuzas criminales, darle un aspecto de coche recién salido de la fábrica. Jamás ha cambiado unos amortiguadores, nunca ha cambiado un ferodo, ignora lo que es revisar un encendido y, todo lo más, ha cambiado las ruedas comprándolas en el mercado delictivo de la ya prohibida rueda usada. Ningún taller le conoce, jamás ha pisado un local de lavacoches... Dice el muy insolidario que para eso está la lluvia

El fiscal da muestras de cansancio, mira su carísimo reloj y con gesto triste se dirige al jurado.

-No podemos perder más el tiempo, que pagan generosamente nuestros contribuyentes, y alargar más este juicio.

-Claro ...-murmura el juez.

-Solicito que este enemigo de la sociedad en su faceta más ruin, la del atentado contra la seguridad del Estado de Consumo, sea condenado de forma implacable. He terminado.

Hay un silencio expectante. El jurado mira al juez, éste deja sus crucigramas y mira al defensor que parece muy preocupado en ordenar sus papeles. El acusado mira su viejo reloj, un poderoso trasto de cuerda heredado de su abuelo. Por algún fallo legal, el reloj no ha sido incluido entre los objetos “delictivos". Pedro Uriarte no ha tenido nunca un reloj "digital” ni, por supuesto, un reloj que no fuera de cuerda, de resorte.

-La Defensa tiene la palabra -dice el juez.

El defensor sonríe nervioso, coge sus papeles, se levanta y se dirige a su defendido (presunto defendido).

-No tema, saldremos de ésta -dice sonriente, mientras le da un amistoso golpecito en el hombro -Se detiene frente al jurado y, sin necesidad de gafas, inicia la lectura de sus papeles-. Señores del jurado, mi defendido jamás entró en el supermercado, sencillamente porque aquel día no estaba en Madrid sino en Motrico hoy Motriku, y lo podemos demostrar. No es cierto que el atracador fuera alguien que se le pareciera, ya que una de las empleadas aseguró que era muy alto y muy rubio...

El defensor interrumpe la lectura pues nota en el ambiente algo impalpable, extraño... Después mira sus papeles y se sonroja -.Perdonen, he confundido el proceso.

Vuelve a repasar sus papeles con evidente nerviosismo.

-Yo diría que los tengo por aquí...

Inesperadamente, los papeles eligen la libertad y, escapando de "las pecadoras manos del abogado defensor, se desparraman por el suelo. Hay risas contenidas, murmullos y remover de pies. Este es el momento elegido por el acusado para ponerse en pie y decir con voz fuerte que supera murmullos y rumores.

-Señoría, si desea que el juicio termine cuanto antes ¿podría yo decir algo y así acabar de una vez?

El juez, el jurado el fiscal y hasta el defensor ven el cielo abierto, por eso, cuando el juez asiente con la cabeza, todos aprecian el detalle generoso de Su Señoría.

-Verán, no voy a defenderme -dice Pedro Uriarte-, así que ya hemos terminado. Gracias.

Y se sienta como si aquello no fuera con él.

-El Jurado se retirará a deliberar -dice el juez.

-El Jurado ya ha deliberado -dice el portavoz, en este caso "portavoza" pues se trata de una joven que calza unos zapatones increíbles-. Consideramos al acusado culpable ¡Ea! i Ya está!

-Póngase en pie el acusado -El juicio marcha ahora a velocidad de vértigo. -Pedro Uriarte Molino será enviado a trabajar durante diez años a la fábrica de “Chips de Control KJHYTRV.24 hasta conseguir su reeducación.

La tranquilidad que hasta ahora había mostrado el acusado se viene abajo. Con el rostro congestionado grita: lOs vais a arrepentir! iJuro que os vais a arrepentir!

Para concluir este relato, diremos que la fábrica de "chips" KJHYTRV.25 se dedicaba a la fabricación de unos sorprendentes y diminutos artilugios infernales que, colocados en cualquier producto de consuno (lavadoras, coches, taladros, hornos, aspiradoras...), podían ser activados desde la misma fábrica cuando considerara que el consumo había bajado. Una vez activado el "chips”, el vehículo, electrodoméstico o el complicado y caro aparato, quedaba irreparablemente inutilizado, favoreciendo así la base, la columna principal del Estado, es decir, el consumo. Por la denominada L.A.C (Ley de Apoyo al Consumo), se había considerado la fábrica como de NP (Necesidad Perentoria) y condecorado el inventor del "chip" con la Orden de Carlos III, la misma que más de un siglo antes le habían dado a un dictador rumano de gesto adusto y malencarado. A este lugar fue a parar el condenado.

Y para rellenar lo que queda de papel habrá que decir que la fábrica desapareció un año después por los efectos de una terrible explosión provocada mediante un asombroso sistema-chapuza de destrucción fabricado con bramante, pedazos de alambre y miga de pan, atentado cometido, al parecer, por uno de los presos asignados a la cadena principal de montaje al que sus compañeros llamaban “Cuajo”.





Por la trascripción desde el túnel del tiempo: “Blas de Lezo”