19.1.06

VIDA ETERNA




VIDA ETERNA

Dios se asomó muy temprano a su balcón celeste y enfocó el sol
sobre la tierra un poco antes de la hora, causando cierto
desconcierto entre los empleados municipales de limpieza,
sorprendidos con las mangas en la mano.
Nadie salvo él podía saberlo,pero se cumplían cien mil años del
turbio episodio del Paraíso Terrenal, cuando aquella pareja de
desvergonzados se le había comido las manzanas. No tuvo más remedio
que castigarlos, no por la fruta, sino por estupidez manifiesta: ¿no
habían llegado a pensar que, comiéndoselas, podían ser dioses?
Tamaña tontería hizo comprender a Dios que el hombre necesitaba
madurar un poco más y, de generación en generación, ir afilando
aquella roma inteligencia de entonces. Por eso instauró la muerte,
para que la selección natural perfeccionara los tristes sesos de la
primera pareja.
Cien mil años de evolución, en efecto, hicieron que los hombres
dejaran de pensar que las manzanas los divinizarían y decidieran que
eso sólo se consigue poseyendo unos papeles impresos. Era, pues, el
momento de restablecer los parámetros originales: ni enfermedades ni
muerte ni trabajo: enderezó el eje del mundo para que el clima fuese
primaveral y que las cosechas brotaran espontáneamente.
-El hombre -dijo Dios a la Naturaleza, que aguardaba órdenes-
vivirá para siempre..
Cinco minutos después los enfermos pedían la baja en los
hospitales; los moribundos y desahuciados corrían por los pasillos
como chiquillos; los parapléjicos hacían cabriolas y los provectos
ancianos, recuperado el vigor de su juventud, perseguían a sus
enfermeras mientras les hacían proposiciones.
Para entonces, en lo alto de cada campanario y cada minarete del
planeta, un ángel comunicaba la buena nueva: Ni muerte ni
enfermedades, para empezar. Y ciertos interesantes complementos:
parto sin dolor para todas las señoras y, por supuesto, nada de
ganarse el pan con el sudor de la frente. Órdenes del Señor.
Sólo diez minutos después comenzó la más tumultuosa sesión de las
Naciones Unidas. ¿Es que Dios -decían los representantes de la
humanidad- se ha vuelto loco? Si no muere nadie la tierra estará
superpoblada en menos de quince años. Si todo el clima es igualmente
bueno, ¿quién hará turismo? Y si no trabaja nadie, ¿qué valor tendrá
el dinero? ¿Qué pasará con las empresas? ¿Quién fabricará los
cohetes y los sacacorchos?
La sociedad humana se tambaleaba sobre sus cimientos y los
políticos sobre sus pies. Ellos comprendían que la historia
retrocedería al paleolítico, al nomadeo. Puede que la gente fuera
más feliz y más libre, pero, ¿qué iba a pasar con los Estados, con
los bancos, con los médicos, con los Tours Operators, con los
fabricantes de medicinas y, por supuesto, con los gobernantes?
-Dios se ha equivocado. -dijo el Presidente de las Naciones
Unidas, respaldado por todos los Jefes de Estado y por el señor
Rockefeller.- No va a haber más remedio que hacer sorteos para
elegir a los doscientos millones que tienen que morir cada año, y a
los tres mil que, pase lo que pase, han de trabajar ocho horas
diarias para mantener viva la civilización.
-¿Qué? -dijo el pueblo mundial, sintiendo cómo burbujeaba su
sangre.
Y, naturalmente, estalló la mayor matanza de la historia
mientras Dios comentaba con sus arcángeles:
-Habían llegado al grado de tontería necesaria para no distinguir la Vida Eterna del fin del mundo. Hay muchas maneras de desollar un gato.
Arturo Robsy